Según su antigua concepción, el objetivo del marketing era encontrar la manera de que los consumidores compren lo que la empresa está produciendo. Los pioneros del marketing se sentían omnipotentes descubriendo técnicas de comunicación que les hacían creer que tenían a la población a su merced y que les podían vender cualquier cosa.
Pero claro, al final se fueron dando cuenta de que los consumidores se dejan persuadir siempre que lo que les ofrezcan les interese realmente. Y no es difícil llegar a la conclusión de que por mucho que un señor fiche a los gurús más gurús de la publicidad, será imposible que hoy en día se forre vendiendo máquinas de escribir.
El que fabricaba máquinas de escribir y supo vislumbrar la filosofía de lo que a veces se etiqueta como “nuevo marketing” hizo el esfuerzo por adaptarse a los consumidores con nuevos productos. Los negocios cambiaron el foco de atención, ya nunca más se trató de lo que las empresas producen, sino de lo que el público necesita; ni de como las empresas son, sino de cómo son percibidas.
Todo lo que ha surgido en marketing desde entonces es el resultado de ese cambio de mentalidad. Y eso obliga a que el marketing actualice sus herramientas, canales, estrategias y acciones a un consumidor cambiante. El marketing ya no es un departamento de comunicación, es la propia raíz de la empresa, la que incentiva y mantiene la relación de la empresa con su mercado. No hay más misterios.
De todas formas no es un gran descubrimiento. El “nuevo marketing”, como las “nuevas tecnologías”, en realidad ya no es tan nuevo. Así que si tu modelo de negocio aún no ha hecho ese cambio de foco, no te demores más porque muchos otros se te han adelantado.