Asistimos últimamente a una depreciación del valor económico de la formación. Me gusta especificar que es económico, porque da la impresión de que las empresas y las personas están más concienciadas que nunca de lo importante y necesario que es la formación: para encontrar trabajo, para significarte de tu competencia, para ser más productivos o competitivos…
Sin embargo, pese al valor estratégico que la formación tiene en nuestras vidas, cada vez más se cuestiona su precio.
Queremos soluciones. Y además no las queremos en forma de pescados, queremos que nos enseñen a pescar para no depender de otros. En definitiva, queremos mejorar nuestras competencias por todo lo que a nivel personal y colectivo nos hace ganar.
Y lo que nos hace ganar es tan material como el dinero: acceso a mejores puestos de trabajo, ahorro por servicios que ya no tengo que externalizar, productividad al aplicar cosas que me han enseñado. Pero también hay mucha ganancia inmaterial: motivación, autoestima, autonomía, capacidad de decisión y negociación.
Son interesantes beneficios que además no se esfuman al terminar el curso. Más bien al contrario: se prolongan y amortizan durante años y años después del aprendizaje.
Pero queremos pagar lo mínimo posible por esos beneficios. Buscamos una transacción en la que por pocos euros me den soluciones vitales a largo plazo.
Parte de la culpa, no voy a pecar de no ver los errores propios, es de un sector que se ha visto intoxicado por personas y empresas que nada saben ni quieren saber de pedagogía o desarrollo de los recursos humanos. Personas y organizaciones que han visto un “filón” en las bonificaciones para vender: lo que sea y como sea. “Vampiros del crédito” que han convencido a los más incautos de que por menos de 200 euros se puede aprender una profesión emergente, adquirir el dominio de una herramienta informática de alto nivel o mejor aún, convertirte en 6 horas en la persona que llevas decenas de años intentando ser sin éxito.
Seamos serios todos. Seamos conscientes de la importancia y valor de la formación. Seamos responsables, los que nos ganamos la vida en el sector, manteniendo un precio digno. Y seamos responsables como clientes valorando el retorno de esa inversión de manera proporcionada al precio que exigimos.
Éste es un artículo que escribí para la bitágora de ágora recursos humanos.
Gracias Ivan por tu post. Qué gran realidad y que gran verdad la que escribes. Suscribo cada una de tus palabras, porque para los amantes de la pedagogía, del aprendizaje, es un alivio leerte, sabiendo que hay que proteger este valor intangible llamado formación.
Saludos!
http://emmadalmases.wordpress.com/
Hola Emma, ahí estamos, en la lucha por que la formación se tome en serio como una inversión y no como un gasto. La frase es un topicazo y todos la repiten, pero no tantos realmente la sienten. ¡Gracias por leerme! Me paso yo por tu blog a ojear… 😉