Generalmente la “carga emocional” de lo visual es mayor que la que corresponde a un texto o discurso verbal, justamente porque el lenguaje visual es más sintético y menos analítico que la palabra. Esta carga influye en forma generalmente subrepticia en nuestra percepción e interpretación. Quienes conocen su lenguaje hacen todo lo posible para aprovechar sus mensajes.
Los componentes que pueden influenciarnos de este modo son esencialmente la estética (muy difícil de definir y muy subjetiva), y más objetivamente la composición y los colores.
Así, los colores tienen una carga semántica (en muchas ocasiones cultural, pero también hay parte de la propia naturaleza humana) que podemos utilizar para comunicar cosas a través de la ropa que utilizamos en una presentación, del diseño de una identidad corporativa o de la decoración del despacho.
Si mi objetivo es que la gente me reconozca con pasión, acción y emoción puedo utilizar un rojo como hace Ferrari, Coca-Cola o Diesel.
En cambio, cuando intento dar una imagen de confianza, armonía y precisión como IBM, HP o Nokia puedo usar el azul.
Y si apelo a la naturalidad, la jovialidad y la frescura, el color verde puede ser el mejor aliado. Así lo hacen Intermón Oxfam, BP o Movistar.
Sin embargo, aunque estas marcas se apoyen en un color para crearnos percepciones implícitas, no siempre lo consiguen. ¿Por qué? Porque el color es sólo un mensaje y si no está sintonizado con el resto de mensajes que emiten, sólo añadirá confusión a su comunicación.
Ten en cuenta, por tanto, el color como un elemento más de tu comunicación para alinearlo con tu objetivo. Recuerda que en comunicación todo suma.